UN DÍA DE LA MADRE EN SOLEDAD. SIN HIJA, NI MAMÁ
Mariela Aqueveque Valenzuela, es enfermera de la UCI del Hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar. Como ella, muchas enfermeras y trabajadoras de la salud no estarán físicamente junto a sus hijos en el día de la madre. Algunas porque ese día tienen turno, otras porque decidieron vivir separadas de sus menores hasta que termine la pandemia.
Es la historia justamente de Mariela, que por proteger a su pequeña Josefa de 1 año 11 meses la llevó a Quillón, en la Región de Ñuble, para que sus abuelos la cuidaran. Con la seguridad que allí el COVID se demoraría más en llegar, ya que es un pueblo chico, alejado de las grandes urbes.
“Mi marido no puede hacer teletrabajo y durante mis turnos, Josefa iba al jardín, lo que para mi significaba exponerla más”, comenta Mariela.
Sin embargo, fue justamente allí, en el lugar donde pensaba que su hija estaría más protegida, que su familia debió enfrentar lo más temido del corona virus.
“Mientras me encontraba desempeñando mis funciones, intentando incansablemente junto a mis compañeros de trabajo, hacerle frente al virus, parte de mi amada familia enfermó de covid-19. Entre ellos, mi hermano, su esposa e hijo, los cuales estaban en contacto directo con mis padres y con Josefita, mi niña”, relata esta enfermera, mientras con profunda tristeza describe lo más doloroso. Su hermano de 36 años se agravó y debió ser hospitalizado, días después falleció.
Su hermano Daniel estaba a cargo de una empresa funeraria, de propiedad de la familia y antes de enfermar estaba tomando todas las medidas para realizar un trabajo adecuado y con protección. Paradójicamente, el primer servicio funerario que debió prestar esa empresa para un fallecido por COVID, fue el de su propio dueño.
Una historia de mucho dolor para Mariela y su familia, pero que no ha significado para ella poner en duda un solo minuto su vocación y su deseo de seguir trabajando contra el coronavirus. Así ella seguirá sus labores en Viña del Mar, a más de 600 kilómetros de su pequeña. No estará con su mamá, ni con su hija en el día de la madre. Tampoco podrá celebrar el cumpleaños número 2 de Josefa con ella. “Nos comunicamos tres veces al día por vídeo llamadas, y lo seguiremos haciendo. Habrá muchos días de la madre, y muchos nuevos cumpleaños que celebrar. Ahora debemos cuidarnos para que eso después suceda”.
Al consultarle qué le da la fuerza para seguir trabajando, después de la tormenta que ha vivido y lejos de sus seres más queridos, su respuesta es fuerte y sencilla: ”La fortaleza de la vocación. Los enfermeros lo hacemos de corazón. Siempre estoy pensando en ayudar al resto y entregar mis conocimientos con ese fin, es fundamental”.
Mariela reconoce que siente un vacío en su casa sin la presencia de su hija y que en este día de la madre no podrá abrazar y besar a su niña. Pero asegura que la decisión que tomaron junto a su marido, es la mejor. “Ella es pequeña todavía y no entiende mucho, está feliz con sus abuelos y es la mejor terapia para mis padres. Seguro que cuando crezca y le contemos, comprenderá”. Mariela se conforma pensando que su hija regalará a su abuela todos los abrazos que ella como hija no puede darle, en este día de la madre.