MACARENA LABARCA: UNA ENFERMERA QUE LE GANÓ AL CÁNCER
Celebraba recién su mayoría de edad, cursaba cuarto medio y se proyectaba como futura estudiante universitaria, cuando lo que parecía un simple dolor abdominal derivó en el peor de los pronósticos: cáncer sin tratamiento. En palabras simples fue desahuciada.
Junto a su madre, enfermera de Neonatología del Hospital Las Higueras de Talcahuano y socia de la ASENF local, decidieron que no se entregarían a la enfermedad. Así comenzó una historia, en la que cada paso que daban las hacía enfrentarse a un futuro que parecía más oscuro. Su primer diagnóstico: ‘implantes tumorales peritoneales’ derivó en una primera cirugía, donde descubrieron que el problema era mayor, había metástasis y un nuevo diagnóstico: “mesotelioma maligno peritoneal”. Un tipo de cáncer que afecta principalmente a nivel pulmonar, a adultos mayores, que han estado expuestos al asbesto. No coincidía con sus jóvenes 18 años y ella no reunía ninguna de las características descritas en la bibliografía sobre la enfermedad. Sin embargo, lo tenía y decidió dar la lucha. “Nos dijeron que no había nada qué hacer, solo tratamientos paliativos, en el fondo me dijeron que iba a morir”, comenta Macarena, quien, además, según la información que ella misma ha recabado descubrió que es la única persona con este diagnóstico en Chile.
En busca de otras opiniones y de alguna luz que les diera esperanza, acudieron a especialistas en Santiago. La historia derivó en otras dos riesgosas operaciones y un total de 53 sesiones de quimioterapia. Pasaron en este proceso 9 años y a pesar de las dificultades, Macarena estudió Enfermería en la Universidad de Concepción. Inspirada en el trabajo de su madre, Talia Fuentes, y conociendo de cerca el quehacer de esta profesión desde su vivencia como paciente, sintió que era su vocación. Venció todas las dificultades que le derivó la enfermedad y logró titularse el año 2018, con excelentes notas.
Inmediatamente comenzó a trabajar en la Clínica Las Condes de la capital, específicamente en el área de oncología, donde debió enfrentar la otra cara de la moneda. “Llegué al mismo servicio donde yo estuve hospitalizada, allí sentí que la vida me daba otra oportunidad, ahora era yo quien tenía que cuidar a personas enfermas con cáncer”. Macarena además relata que su experiencia fue crucial para entregar apoyo a sus pacientes. Desde enseñarles a usar turbantes, maquillarse, “entregarles herramientas para que se sintieran mejor y no afectara tanto el aspecto físico que genera la enfermedad. Mis vivencias me ayudaron incluso a saber interpretar señales de los pacientes, quizás sentir el profundo de ellos, porque viví en carne propia la angustia, temores, el sufrimiento que significa enfrentarse al cáncer. Uno de mis principales consejos a mis pacientes es que no pierdan la actitud positiva, que no dejen que nadie los mire como pobrecitos, que intenten mantener el optimismo”.
Actualmente se desempeña como enfermera volante, lo que para ella ha sido una gran experiencia de aprendizaje porque le permite trabajar en distintas áreas, pero su sello, independiente del lugar en que deba trabajar, dice que es ‘la empatía’, la que su propia experiencia como paciente le enseñó que es tan necesaria como los conocimientos técnicos y clínicos. “Creo que las enfermeras muchas veces nos concentramos mucho en el trabajo técnico y descuidamos lo emocional. Es importante recordar que el estado anímico influye en una evolución favorable. Mi mensaje, desde mi vivencia personal, a mis colegas es no mecanizar el trabajo, vale la pena demorarse un poco más y mirar al paciente como una persona, como el ser humano que es”.
Macarena Andrea Labarca Fuentes, hoy con 26 años, se encuentra de alta, después de casi nueve años de tratamientos, que para poder financiarlos recibió el apoyo de mucha gente. “Realizamos muchos eventos para recaudar fondos. Muchísima gente nos ayudó. En el hospital donde trabaja mi mamá se realizaron importantes colectas. Gracias a mi familia y toda esa gente generosa pudimos financiar todo este largo proceso”. Macarena, junto a Talia, su madre y principal pilar, hoy son unas sobrevivientes del cáncer, vencieron a una de las enfermedades más temidas. “La vida me dio una segunda oportunidad: Nunca hay que perder la fe, porque por más batallas que se pierdan en el camino, eso no significa perder la guerra”.