LA CATÁSTROFE EN VIÑA DEL MAR NO HA TERMINADO, SE VIENEN DÍAS DIFÍCILES
Gonzalo Ortiz, enfermero y presidente de ASENF San José, ha estado junto a otros colegas y dirigentes de distintos gremios colaborando y apoyando a familias afectadas por los incendios en Viña del Mar. Aquí contamos su experiencia, lo que vio, lo que vivió y su análisis de futuro de las familias que lo perdieron todo.
Gonzalo nació en Viña del Mar en el sector de Achupallas y sin duda, al ver las imágenes de su ciudad en llamas lo consternó. El sábado 3 de febrero se fue temprano a visitar a su mamá, que se salvó por poco de perderlo todo. Al conocer la lista de damnificados descubrió que había varios compañeros de colegio, de scouts y familiares. Ante ese panorama, el lunes 5 de febrero, junto a otros compañeros y compañeras de diversos gremios del Hospital San José se organizaron para entregar ayuda, quedando él como coordinador de este grupo.
La primera tarea fue hacer un levantamiento de las necesidades en terreno y acordaron que podrían dar ayuda a las familias del Monte Sinaí, un sector de tomas en Viña del Mar. “Lo más urgente desde lo sociosanitario era ver la conservación de alimentos. Estaban haciendo ollas comunes, cocinando prácticamente en el suelo y con la comida/ingredientes expuestos al sol. El segundo punto fue la seguridad, especialmente en la noche por el riesgo de que les robasen los materiales que conseguían. El tercer punto catastrado fue el apoyo para que reciban la ayuda del Estado y la municipalidad. “También evaluamos cómo interactuaríamos con el Cesfam Lusitania y volvimos a enumerar las casas y pasajes, para que cuando llegara la ayuda fuera más fácil identificar a las familias”, comentó Gonzalo Ortiz.
Pero la tarea no terminaba ahí y sabían que esto era sólo el comienzo.
¿Fue difícil concretar la ayuda por el estado anímico de las familias o todo fluyó?
Tuvimos problemas cuando llegamos, porque varios vecinos estaban enojados entre sí, pero les explicamos que en situaciones como ésta, la unión es lo más importante, es lo que necesitan. Así se organizaron con distintas funciones, como receptores o distribuidores de alimentos, etc.
Por nuestra parte les enseñamos una correcta manipulación y manutención de los alimentos, el lavado de manos y su importancia, etc. Implementamos unas cajoneras para que pudieran conversar la alimentación bajo los toldos y apoyamos en ejecutar acciones que le permitieran mejorar la seguridad, consiguiendo iluminación entre otras cosas.
¿En lo práctico como lo hicieron, el grupo de voluntarios que formaron venía de otra región?
Nos alojamos en el Liceo Santa Teresa de Los Andes, allí yo estudié de primero básico a cuarto medio. Este espacio nos acogió. Esta comunidad escolar también se vio afectada porque sufrió la pérdida de una alumna, que murió junto a toda su familia durante el siniestro.
¿Qué rescatas de este proceso y del grupo de voluntarios que se formó?
Más allá de nuestra ayuda tanto social como sanitaria, pudimos entregar contención emocional y acompañamiento a las familias afectadas y fue algo que ellos agradecieron mucho.
Además, se creó una cadena de buenas intenciones con personas que incluso no conocíamos. Por ejemplo, recibimos aportes de ropa interior, ayuda en dinero que sirvió para comprar focos solares. También recibimos una donación de rollizos de madera que nos sirvieron para hacer cierre perimetral. Una colega llegó con amigos y familia a apoyar en Monte Sinaí y llevaron una donación de mil huevos, que la gente agradeció mucho. Eso habla de las necesidades que tienen. Un huevo, que puede ser algo tan sencillo, para ellos es un tesoro.
Agradecemos a todos los colegas, compañeros de trabajo, a sus familias y amigos, que nos colaboraron con dinero y otras cosas.
¿Cómo visualizas el futuro de estas familias?
Se vienen días difíciles para ellos. En el tema comida, por ejemplo, muchos no tienen las condiciones para prepararla y dependen de terceras personas. De hecho, hay familias que aún no logran terminar de limpiar su terreno, por lo menos podrían pensar en pasar bajo su techo el otoño e invierno. Si bien hay un aporte estatal, que es $1.500.000 por familia, esto no alcanza. Se controló la crisis inmediata, pero los problemas de las familias van a seguir por mucho tiempo. Siempre en este tipo de catástrofes, si no sale en primera plana de los medios, se cree que ya está todo resuelto y eso no es así, menos en este caso. Por eso es muy importante que esta tragedia no pase al olvido, ya que sigue siendo real.