ENFERMERA Y FEMINISTA: “Debemos usar el feminismo como herramienta de denuncia y transformación”

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Hace 8 años, Carolina Toledo Sarmiento egresó de Enfermería de la Universidad de Chile y actualmente realiza una tesis en Salud Pública, para obtener el grado de magister, en la misma universidad. Durante todo este tiempo, y desde que cursaba el pregrado, su interés por la causa feminista ha sido un foco fundamental.  Hoy es parte del Colectivo Pan y Rosas, y del Movimiento Salud en Resistencia.

“Desde niña, siempre me molestó mucho tener que seguir determinado patrón de comportamiento y obediencia, sólo por ser mujer. Ahora veo con claridad cómo nos educan en la inseguridad, en la autolimitación, en la desconfianza y en la competencia. Nos enseñaron que sólo un hombre puede salvarnos de la ‘desdicha’ y que esa es la única forma de tener éxito. Con mis amigas y amigos de la carrera, discutíamos sobre esto, a partir del feminismo, y nos organizábamos a través del centro de estudiantes y sociedad científica, convencidos de que mientras existan privilegios y vulneraciones de género y de clase, éstos deben ser anulados en función de una sociedad más equitativa”, detalla.

Carolina comenzó leyendo a autoras feministas, para comprender porqué existe tanta segregación. También asistió a conversatorios, investigó a más autoras, encontrándose a lo largo de estos años con distintos tipos de feminismo.

¿Por qué decides ser activista?

Por el hecho de vivir en un continuo de opresión, discriminación, abuso y violencia al que estamos más expuestas sólo por el hecho de nacer mujer. Todo nos es más cuesta arriba en comparación a los hombres: menores salarios a igual trabajo; mayor trabajo no remunerado; menores pensiones; peor nivel de salud mental; mayor carga de cuidado; doble presencia; menos tiempo para el ocio, y un largo etcétera. Esto sin considerar que la salud sexual y reproductiva de las mujeres en Chile, hoy aún depende de un sistema biomédico conservador, diseñado por legisladores en su mayoría varones, y regulado por un sistema judicial que mantiene la herencia de la dictadura, y que culpa a las mujeres cuando son sexualmente vulneradas. Es el mundo al revés. La situación se agudiza si nos toca nacer en una comuna pobre, si eres indígena y/o inmigrante. Compartiendo, leyendo y aprendiendo de otras mujeres comprendí que existen mujeres mucho más vulneradas, silenciadas y oprimidas; y que la movilización feminista ha sido la única forma de encontrarnos, visibilizar lo que hay bajo la punta del iceberg y transformar la realidad.

¿Cómo se enlazan enfermería y feminismo?

Las enfermeras debemos usar el feminismo como herramienta de denuncia y transformación, especialmente en este momento de agitación social. Debemos organizarnos con nuestras compañeras de trabajo, cuidando de no caer en trampas que nos lleven a competir con otros estamentos y que pueden potenciar la segregación salarial. Debemos generar comités de género para denunciar y prevenir el sexismo, acoso, abuso sexual y todo tipo de violencia de género en los hospitales y consultorios. Debemos exigir participación democrática de los/as trabajadores en la co-gestión de las instituciones de salud, en conjunto con los/as usuarios/as. No queremos que nos siga dirigiendo una clase social que se enriquece gracias al empobrecimiento de las personas más vulnerables; ni un sistema de salud privado lujoso que se enriquece a costa de la desmantelación del sistema público. Debemos decidir en conjunto el sistema de salud que queremos, que garantice el derecho a la salud y cuidados de largo plazo. Un sistema único y universal de salud que contemple una cobertura integral, con acceso oportuno y de calidad, gratuito y de carácter intercultural. Todo esto debemos hacerlo en conjunto con las demás trabajadoras de salud.

El mundo de la enfermería es eminentemente femenino ¿Consideras que, aun así, existe una postergación de la mujer?

Desde que la salud es medicalizada en el mundo occidental, y es el médico (varón), el líder de la biomedicina, el rol de la mujer fue relegado a un segundo plano; al de cuidados, de contención afectiva y de subordinación a éste. La profesionalización de la enfermería desarrollada por Florence (Nightingale) a fines del siglo XIX, reforzó esa separación, aludiendo a los valores femeninos para el cuidado, y los contrapone a los valores masculinos para la toma de decisiones sanitarias. Sin embargo, en la Inglaterra de esa época se desarrollaba el feminismo liberal que influyó en que una mujer se impusiera en el mundo profesional y fueran ellas quienes continuaran formándose y escribiendo sobre su rol en la salud. Por lo que el rol del ella, sin duda, fue revolucionario para la época. El problema es que la división sexual del trabajo en salud se arrastra hasta hoy.

¿Los enfermeros pueden ser feministas?

La lucha por la liberación de las mujeres es una lucha de las mujeres, a la cual esperamos los compañeros pueden adherir y apoyarnos, ya que su rol en ella también es fundamental, aunque distinta. Los hombres deben realizar una lucha anti patriarcal que comienza con el reconocimiento de sus privilegios, para luego cederlos y así aportar a la construcción de una sociedad más equitativa. El enfoque de masculinidades, que surge a raíz del feminismo, ha permitido que los hombres se reúnan, analicen en conjunto cuáles son sus privilegios y desventajas; desde el rol que la sociedad patriarcal les otorga y exige.

¿Qué significa ser feminista en Chile estos días, considerando el contexto social?

No es casual que el movimiento feminista haya precedido al estallido social del 18 de octubre. La historia ha mostrado que cuando las mujeres se unen y se alzan en contra de la precarización de la vida, tienen como consecuencia grandes revoluciones.Esta vez no será sin nosotras. Las mujeres somos conscientes de que la participación paritaria en las decisiones políticas no solo es necesaria, sino que obvia. Por toda esta injusticia acumulada es que el movimiento feminista hoy cobra tanta fuerza. Sin embargo, sabemos que la igualdad ante la ley no significa igualdad ante la vida, y que somos, sobre todo, las mujeres trabajadoras las que quedamos fuera del acuerdo escrito en el Parlamento. Al mismo tiempo, hemos visto como el Estado ha vulnerado la integridad física y psíquica de la población utilizando la violencia progresiva y sistemática contra un pueblo que reclama legítimos derechos. Como enfermera y feminista no puedo ser indiferente a esta verdadera epidemia sanitaria. Y me genera especial rechazo, la violencia política-sexual, las violaciones y torturas que Carabineros ha realizado a las personas detenidas, especialmente a las mujeres y disidencias sexuales; demostrando una vez más sus ansias de control sobre nuestros cuerpos. Como plantea la coordinadora 8M, tenemos que apostar por la conquista de una Asamblea Constituyente, libre y soberana.

¿Qué cambios necesitamos para un mundo más igualitario entre hombres y mujeres?

Muchos. Unos urgentes y otros más profundos. En lo inmediato, necesitamos que se deje de naturalizar la violencia de género, que los medios dejen de utilizar las violaciones y femicidios de forma sensacionalista; que los políticos y el Presidente dejen de burlarse como lo ha hecho en reiteradas ocasiones. La recientemente aprobada Ley Gabriela es un gran avance respecto a la tipificación del femicidio, pero también necesitamos leyes que nos permitan prevenirlo; por ejemplo, a través del apoyo sicológico y material para que las mujeres puedan contar con vivienda e independencia económica del agresor. Necesitamos educación no sexista y que se separe la Iglesia del Estado para que dejen de imponernos normas morales que nos mantienen en desventaja. También es prioridad, que se nos deje de infantilizar respecto al cuidado de nuestra propia sexualidad: nosotras somos quienes debemos decidir sobre nuestros cuerpos, cómo y cuándo queremos ejercer nuestra reproducción y cuándo abortar. Por eso exigimos derecho al aborto legal, libre, seguro y gratuito en la atención primaria y en el hospital.

¿Y en el mediano y largo plazo?

Un mundo socialmente más igualitario requiere visibilizar y corregir la dualidad entre el trabajo productivo y reproductivo. Éste último, que incluye los cuidados, en todas las sociedades capitalistas del mundo recae principalmente en las mujeres. Y es gracias a ese trabajo no remunerado que se sustenta el trabajo productivo. Por ello no basta con igualar el salario si las mujeres seguimos teniendo doble presencia en el trabajo y en el hogar. El Estado debería asegurar no sólo jardines infantiles y salas cunas, sino también comedores y lavanderías comunitarias para liberar a las personas de las agobiantes tareas del hogar. Una sociedad más igualitaria requiere que todas las personas, independiente de su género, participen libre y soberanamente en la construcción de ella.