
Enfermera y paciente: “EL CÁNCER CAMBIÓ LA MIRADA DE MI PROFESIÓN”
La vida de la enfermera Patricia Parada cambió radicalmente a los 31 años. La profesional, que desde el 2010 trabaja en el Hospital San Juan de Dios, estaba recostada cuando sus gatos saltaron sobre ella y apretaron sus senos. Uno de ellos le dolió, y ese dolor permaneció hasta el día siguiente, algo que llamó su atención.
Corría abril de 2017 y en medio de su inquietud decidió auto examinarse: se inclinó hacia adelante de manera que su seno cayera por su propio peso y ahí tocó un bulto extraño. “Al palparlo pensé altiro que era cáncer porque era duro como una piedra”, recuerda.
Inmediatamente activó sus redes y días después su pronóstico se confirmó. El tumor ya estaba en una etapa de posible invasión a otros órganos.
Hasta esa fecha, Patricia se hacía regularmente el auto examen mamario, punto donde tiene un reparo muy importante. “Las mamografías no deberían ser solo desde los 40 años. En Chile existe esta mala cultura de salud reactiva. Debería hacerse también una eco mamaria, la cual se pide solo si tienes algún síntoma o indicio visible de algo malo. No se hace de manera preventiva. Yo tuve suerte porque me conseguí una orden para hacerme la mamografía; fue mi iniciativa, por el dolor y dureza que sentí”, enfatiza.
Y agrega que “una de las cosas que más contribuye al desarrollo del cáncer es el uso a destajo de las pastillas anticonceptivas y nadie te lo dice. A las niñas apenas comienzan a menstruar las llenan de pastillas por ovario poliquístico y a los veinte años empiezan con tumores en las mamas”.
Eso se escucha bastante ¿Cuál es la base científica de esa afirmación?
Muchos de los cánceres de mamas se desatan por receptores hormonales. El ovario por sí solo ya libera hartas cargas de hormonas y la mayoría de las pastillas son en base a estrógenos, lo que alimenta las células más sensibles a las hormonas y eso va creando tumores.
¿Cómo fue pasar de enfermera a paciente?
Fue súper enriquecedor. Me di cuenta que muchas actitudes que una/o tiene de manera inconsciente, impactan en los y las pacientes. Por ejemplo: un saludo amable y empático de entrada en la puerta del servicio es muy distinto a uno protocolar o indiferente para la usuaria o usuario. Eso puede marcar un gran cambio en la predisposición que puede tener frente a su tratamiento. Yo siempre he tenido un buen trato con los pacientes, pero esto me ayudó a influenciar en ese aspecto al equipo, alinearlo desde mi experiencia y con fundamento para que todo/as tengan ese buen trato.
¿Quién (es) fue (ron) su sostén?
Justo en el momento del diagnóstico había terminado una relación de pareja y volví a la casa de mis papás. Me quedé con ellos por la enfermedad, pero luego de mi recuperación decidí construir mi propia casa en el segundo piso porque me di cuenta que eran las personas que más aportaban a mi vida y que más merecían tener mi atención y cuidados.
En ese contexto ¿Hubo personas que esperaste que estuvieran a su lado y no lo hicieron?
En realidad, no. Las que no estuvieron es porque no se los permití y sí fue maravilloso darme cuenta de que mucha gente sentía cosas positivas por mí. Hubo mucho/as que parecían amigo/as lejano/as y se acercaron. Se armó una red súper bonita.
El antes y el después
Patricia estuvo un año en tratamiento, lo que implicó 6 meses de quimioterapia, una cirugía y 2 meses de radioterapia. Hoy la enfermedad está en remisión con controles cada cierto tiempo.
En lo profundo ¿Hubo cambios en usted, en tu vida?
El cáncer fue la puerta a mi desarrollo humano y personal, y cambió la mirada de mi profesión. Dejando de lado lo negativo, veo más las cosas positivas. Lo más positivo es que logré conectar mi cuerpo con mi mente y mis emociones. Dejar de lado muchas emociones negativas que una va cargando porque ellas también nos enferman. Aprendí que el tipo de pensamiento que tenemos va a condicionar que es lo que va pasar en nuestro cuerpo. Antes lo sabía en la teoría, pero con mi enfermedad lo viví. Cargar con una emoción negativa no es tan ligero. El cuerpo va desarrollando escalas de proceso en relación a ello. Creo que parte de mi cáncer se debe a arrastrar muchas tristezas. Yo tuve muchas, pero me las guardaba, no las comentaba con nadie. Ese fue mi mayor aprendizaje. Uno predispone el cuerpo a lo que quiere y lo que no quiere vivir.
Esa afirmación se contradice con lo que postulan fundaciones como la Corporación de cáncer de mama de Chile “Yo mujer” ¿Cómo llegó a esa conclusión?
Por un maestro del desarrollo humano que hoy es mi amigo. Él se ha dedicado al desarrollo humano con base científica 100%. No cree en nada que no pueda comprobar. Junto a él empecé a estudiar sobre el tema y ahí te das cuenta que conviene tener a una industria farmacéutica para sanar en lugar de empoderar a las personas con un pensamiento positivo, que genere neurotransmisores de la felicidad.
Y una salud preventiva antes que todo.
Por supuesto. Lamentablemente en este país no existe el Ministerio de Salud, existe el Ministerio de la Enfermedad. Las personas importan cuando están enfermas. No hay una cultura para que las personas aspiren a estar bien a muy bien. Lo que importa es que no estén mal. Parte de mis intenciones laborales es lograr influir en decisiones a nivel país, incentivando el auto cuidado, el cuidado de la salud mental.
¿Algún mensaje?
Que recordemos el amor propio. En Chile hay una cultura muy de preocuparse por el o la otra, porque si lo haces de ti misma eres egoísta y ególatra. Hay que aprender que el cuidado que queremos dar a los demás, parte por darlo a nosotros/as mismo/as, porque si dejamos de mirarnos y cuidarnos, será imposible ver y ayudar a otro/as. Y vamos a descuidar a la persona más importante de nuestra vida: una/o mismo.