UN APORTE DESDE LA ENFERMERÍA A FUNDACIÓN DAYA

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Fernanda Pérez, oriunda de Quilpué, egresó el 2009 de la carrera de Enfermería. Ha trabajado en el ámbito privado y también público, destacando su paso por el Hospital Gustavo Fricke, la Dirección del Servicio de Salud de Viña del Mar, Quillota; Hogar de Cristo y actualmente en Fundación Daya en Quipué.

Está próxima a cumplir un año trabajando en Fundación Daya y nos relata cómo llegó acá: “Llegué como paciente y finalmente terminé conociendo al equipo, me interesó ayudar en el área de estadística de la Fundación, ordenando datos me gané mi espacio. Mostrando las capacidades de gestión enfermera, las cuales fueron muy valoradas por el equipo de Quilpué. Llegué sin tener fe alguna en el tratamiento, muy complicada por el diagnóstico (de hace tres años) de una rara enfermedad genética (colagenopatía). La cual al descompensarse produce dolor crónico entre otras cosas. Llegué buscando alivio al dolor y le prometí a Fabiola, terapeuta cannábica de la Fundación, que si esto me ayudaba me quedaría con ellos trabajando. Y así fue, esto cambió mi vida, se fue la inflamación crónica de las articulaciones, disminuyeron los medicamentos y las crisis auto inmunes”.

En cuanto al trabajo que realiza a diario en la Fundación, la profesional señala: “Realizo dirección y coordinación del área clínica, trabajo codo a codo con las áreas de recursos humanos, finanzas y social.  Como centro médico veo el manejo de protocolos y calidad clínica de las prestaciones a los usuarios. Coordino las capacitaciones a equipos clínicos o comunidades, y participo de ellas como expositora.  Además, me desempeño en atención directa como terapeuta cannábica haciendo  ingresos de usuarios a la Fundación. Estamos en un proceso de expansión como centro médico. Ampliando prestaciones, proyectos a la comunidad y protocolos, como por ejemplo el de atención domiciliaria, considerando el cambio epidemiológico, la movilidad reducida y el envejecimiento de la población. Junto con esto, formalizando convenios de tipo alianza y comercial con instituciones que pueden servir de cooperación a la atención de usuarios, socios y funcionarios”.

 Ahora, en enero del 2019 se vota el proyecto que modifica la ley de auto cultivo, uno de los puntos de mayor interés de Fundación Daya. “Creo que el panorama es incierto, pero espero que sea favorable para los miles de usuarios medicinales que requieren cultivar su medicina, como derecho humano de alivio a su dolor. Creo que los usuarios ya no son “pacientes”, no se puede tener “paciencia” ante el dolor, ante la enfermedad en general. Y si ves que esta planta, en tu propio jardín te brinda la medicina requerida en complemento con la convencional, no dudaría en usarla. Es el derecho de cada familia, de cada ser humano a dar alivio a sus dolencias. No se puede criminalizar a los usuarios medicinales como se ha hecho hasta el día de hoy. Un paciente nunca le va a poner una etiqueta con su nombre y rut a la planta, nunca va a tener más de 5 plantas. El uso medicinal es riguroso en controles y renovación de receta. Es una medicina muy personal, es una alquimia que obliga a las personas a escuchar su cuerpo y a conocerlo de tal manera, que logran encontrar la cepa de cannabis que más se adapta a ellos. El tema provoca recelo importante por que desafía a la medicina convencional y a las grandes farmacéuticas, siendo que sería ridícula la competencia comercial entre ambas. Legislar el cultivo medicinal, nos lleva a conversar temas que como  país nos falta  hablar, por ejemplo el narcotráfico. Permitir a los pacientes cultivar, sin quedar a criterio de un tribunal, permite la organización colectiva de cultivos. El cannabis permite que las personas se agrupen frente a un dolor, se miren a los ojos y vuelvan a vivir en comunidad. Elegir su medicina, con la mejor información, y más si esta alivia su dolor, es su derecho humano legítimo a ejecutar en un estado de derecho como lo es Chile”.

Fernanda describe su trabajo como “maravilloso” porque le ha permitido desarrollarse perfectamente a pesar de sus necesidades de movilidad reducida, tiene un 45%  de discapacidad por su patología, la cual ha deteriorado varias de sus articulaciones de forma importante.

El equipo de la Fundación no le tuvo ni le tiene miedo a la integración, ni a mis órtesis, ni a mi bastón (que ya no ocupo). Gracias a este grupo humano, recuperé gran parte de mi salud, pudiendo retomar actividades familiares, sociales y recreativas. Una mención especial al equipo compuesto por cultivadores, terapeutas cannábicos, médicos, asistente social, contadora y encargados de áreas. Todos son relevantes en el desempeño del centro, en la valorización de mi gestión como enfermera. Por el cariño recibido y por los muchos proyectos que vamos a sacar adelante como FUNDACIÓN DAYA QUILPUÉ”, culminó la Enfermera Fernada Pérez.