VIOLENCIA ESCOLAR: ES HORA DE ATENDER Y APOYAR A QUIENES PIDEN AYUDA A GRITOS
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Qué le hemos hecho a nuestros niñas, niños y adolescentes (NNA)? ¿Sólo ello/as son responsables del nivel de violencia y de agresiones brutales que han proliferado dentro y fuera de los colegios?
La violencia escolar es un fenómeno relacional, cultural y multicausal. Se trata de aquellos modos
de relación que se caracterizan por el uso ilegítimo de la fuerza y el poder, y que tienen como consecuencia el daño a la otra persona, a nivel físico o psicológico.
Cuando se trata de los y las NNA, un acto de violencia no necesariamente responde a la intencionalidad premeditada de causar un daño a otro. Su origen es multicausal, como estar relacionada a necesidades de autoafirmación; a la búsqueda de pertenencia al grupo de pares o verificación de límites y reacciones que otras personas tienen. También a la reproducción de modos de convivir basados en la violencia. Es decir, su génesis es cultural, es aprendida y transmitida, por lo tanto, existe la posibilidad de enseñar otras formas de relación que sean pacíficas y de prevenir su aparición o uso en la convivencia. Y ese el punto que hay que atender.
Como sociedad debemos reflexionar respecto a las necesidades de nuestros niños, niñas y adolescentes porque son el presente, porque necesitan modelos de adultos solidarios y atentos a sus demandas, y porque en este periodo crucial de sus vidas se determina el futuro de toda la comunidad.
La violencia que se ha tomado los recintos escolares es el resultado del fracaso del Estado y la sociedad en su conjunto, en la promoción de una infancia positiva y protegida. Una situación que debe ser subsanada y reparada con celeridad, abordando integralmente los problemas de fondo ¿Cómo? Por ejemplo, haciendo un diagnóstico situacional oportuno de la violencia en dichos establecimientos; potenciando la salud mental en la atención primaria de salud; entregando educación cívica en todo el ciclo formativo, entre otras acciones.
Cabe destacar que otro factor fundamental es considerar el apoyo familiar, cuya falta puede disminuir hasta en un 50% el éxito de las campañas. Por ello es fundamental que el abordaje se extienda a ese grupo y a las determinantes sociales que influyen en la violencia.
Tampoco podemos perder de vista que estamos hablando de un problema de Salud Pública, toda vez que genera una serie de problemáticas, desde el daño físico hasta el aumento de los indicadores de salud mental. Incluso, puede promover la deserción escolar, considerando que las comunidades afectadas, generalmente pertenecen a entornos socio económicos vulnerables.
Existe jurisprudencia internacional en la materia, especialmente fundada en la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada el 20 de noviembre de 1989 en la ONU y ratificada por Chile el 14 de agosto de 1990, es decir, es vinculante y obligatorio para la legislación chilena. Por lo mismo, el Estado debe tomar medidas urgentes frente a este problema, aplicando instrumentos para dimensionar en concreto el alcance de la violencia escolar y juvenil. Y toda medida de acción debe involucrar un trabajo interministerial entre Educación, Salud, Trabajo, Desarrollo Social, de la Mujer y Genero, Justicia y Hacienda, donde esté garantizado el destino de recursos suficientes para implementar las medidas de corto, mediano y largo plazo.
Como sociedad debemos reconsiderar la forma saludable y cariñosa de establecer límites, de corregir y enmendar los errores. También asumir que mientras la protección a la maternidad se encuentre “resguardada a medias”, como lo es hasta ahora en el Código del Trabajo, seguiremos teniendo hijos que se crían faltos de cuidados, de atención y de compañía, mientras su madre, padre o cuidador/a, se encuentre trabajando.
La violencia que muestran nuestros niños, niñas y jóvenes es consecuencia de lo que han aprendido de lo/as adulto/as a la hora de resolver un conflicto. Es por ello que urge aceptar y respetar las diferencias, así como mantener abierta la puerta al diálogo de forma permanente. Adulto/as: es el momento de desaprender para crecer y apoyar a quienes lo están pidiendo a gritos.
Magaly Miranda, Directora Ejecutiva de FENASENF