DEL TRABAJO GREMIAL A LA JEFATURA DE UNA UCI EN PANDEMIA
Con 35 años y más de 11 de experiencia en UCI pediátrica, Alejandra Díaz, enfermera y dirigenta de la ASENF HSJD (del Hospital San Juan de Dios), como muchas otras enfermeras y enfermeros, debió enfrentar la dura tarea de trabajar luchando contra el COVID, contra la muerte, en cansadores turnos de 24 horas. Pero, además, enfrentó el desafío de liderar un equipo acostumbrado a trabajar con niños, que debió atender y cuidar adultos. Con resultados que la llenan de orgullo y donde una de las herramientas que más valora, son las que le entregó su experiencia como dirigenta gremial.
Entre mayo y septiembre del 2020 y luego desde febrero a septiembre del 2021 debieron reconvertir la unidad de cuidados intensivos pediátricos a adultos. ¿cómo se llevó a cabo este proceso y en qué consistió?
“En la medida que comenzaron a aumentar exponencialmente los contagios por COVID, supimos que deberíamos reconvertir nuestra unidad, y todo ocurrió más rápido de lo esperado. En mayo del año pasado, de un día para otro, debimos trasladar a nuestros pacientes a otros establecimientos y adecuar las instalaciones. Ya habíamos comenzado a estudiar para estar preparadas lo mejor posible. Hay muchas cosas distintas, en pediatría es mucho más minucioso. Por ejemplo, tuvimos un paciente de 180 kilos y estábamos a costumbradas a mover pacientes de 3 kilos. Al principio fue difícil, con el tiempo se empezó a hacer más fácil, porque dentro de todo el manejo de uci se tenía y las colegas se empoderaron.
La reconversión consistió en sacar a los pacientes que están en unidades especializadas para adultos y darles el destete del ventilador mecánico, prevenir el delirium por la intubación y la sedoparalización, nos concentramos bastante en la rehabilitación y luego enviábamos a intermedio.
¿Les produjo algún temor enfrentarse al manejo de adultos?
Por supuesto que genera un poco de incertidumbre, pero nos dijimos: “nosotras podemos” … y nos enfrentamos como todos a una realidad incierta, porque poco se conocía de esta enfermedad. Sabíamos que no podían enviarnos pacientes tan agudos ni con tantas patologías de adulto, porque era evidente que no manejábamos todo, pero sí más que el resto de otras unidades. Y como el hospital debía pasar de 40 cupos de camas críticas ventiladas a 100, nosotros éramos la primera opción.
¿Tuviste que dejar el trabajo gremial?
La necesidad de recurso humano era tremenda, así que tuve que suspender mi fuero y dedicarme completamente al trabajo clínico. En la primera ola me sumé al equipo como enfermera diurna de continuidad y en la segunda ola asumí la jefatura de la unidad.
¿Cómo viviste esta experiencia?
Fue compleja la segunda ola, porque ya estábamos cansados y había una tremenda presión de seguir abriendo más cupos dónde y cómo fuera. El agotamiento físico y mental a esas alturas ya nos estaba pasando la cuenta. Incluso yo tuve que hacer turnos para apoyar a las colegas y poder visualizar, más directamente, cómo estaban funcionando, ya que las jornadas eran muy pesadas, sacando y entrando pacientes, haciendo movimientos de camas lo más rápido posible, porque la demanda era tanta que en un momento el sistema colapsó.
Me siento súper orgullosa de mis colegas. Enfermería se destacó por dar lo mejor. Enfermeras y técnicos hicieron un trabajo hermoso. Los pacientes y sus familias se iban agradecidos de nuestro trabajo. Muchos nos decían “no me quiero ir a otra unidad del hospital, porque aquí me tratan como bebé” y eso porque aquí el trabajo es más minucioso, más suave, tiene un enfoque distinto y esa es nuestra esencia en el trabajo de pediatría, lo que fue un plus en los cuidados para los adultos.
¿Qué rescatarías de este proceso de reconversión?
Fuimos más valoradas, porque nuestro hospital está más enfocado a la atención de adultos. Nadie sabía quién estaba en la UCI pediátrica, quién habitaba en esa unidad. Pero con esto nos empezaron a conocer a nosotras y nuestro trabajo.
Hubo mucha unión en el equipo y eso nos permitió seguir adelante, porque lo que vivíamos era fuerte. En todos los turnos fallecían personas.
Si tuvieras que pasar por esto de nuevo ¿qué cambiarías?
Estuvimos muy mecanizados, faltó pensar en nuestra salud mental. Integraría un staff psicológico permanente, y más personal en general, porque, aunque se sumaron más personas, siempre fue insuficiente.
Es necesario también tener una planificación estratégica si viene una tercera ola y ahí estamos al debe, porque se fueron mucho honorarios.
En lo personal, ¿hay algo que te gustaría destacar?
Sin duda fue distinto a mi trabajo clínico de 11 años. La dirigencia gremial me dio muchas herramientas para lidiar de una forma distinta con los problemas. Sicológicamente estábamos muy cargados, entonces, era muy fácil caer en conflictos interpersonales y ahí recurrí a lo aprendido en el quehacer de dirigente.
Muchas cosas que en un momento no se podían, yo con herramientas de la dirigencia demostré que sí se pueden hacer, intentando siempre velar por los derechos y bienestar de las enfermeras y tens, de los trabajadores en general que estaban a mi cargo. La misma Subdirectora de Gestión del Cuidado comentó que era algo inédito que una dirigente tomara una jefatura y muchas colegas se me acercaron para agradecerme, porque al final esto no es sólo ayuda para tus colegas, sino también al quehacer propio de enfermería, a nuestro trabajo.